octubre 13, 2007

Villanueva, frenar rurmores


Ernesto Villanueva pone los puntos sobre las íes

Frenar rumores


Omar Raúl Martínez

Director de la Revista Mexicana de Comunicación




Sin duda es un autor prolífico: ha publicado 20 libros sobre derecho de la información, coautor de otros nueve, coordinador de 13 obras colectivas, ensayista frecuente en revistas académicas y proyectos de investigación, y articulista de la revista Proceso, El Universal y de diversos periódicos en el país. Miembro del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y promotor incansable del derecho de acceso a la información en México, Ernesto Villanueva, sin embargo, en los últimos tres años por lo menos no ha estado exento de críticas y severos señalamientos. Hoy, rumbo al octavo Congreso Nacional de Derecho de la Información del que es impulsor, decide hacer frente a los rumores que han pretendido desacreditar su nombre.

—¿Cómo incursionas en el desarrollo del derecho de acceso a la información en nuestro país?

—El derecho de acceso a la información pudo convertirse en ley desde el año 2000 en México. Entonces trabajamos desde la academia e hicimos una tarea de acompañamiento con medios de comunicación, sociedad civil y distintos sectores. La transparencia se había convertido en una vertiente significativa de la agenda publica en aquel momento porque no había mayores precedentes.

—También de manera paralela se fue impulsando el tema en los estados…

—Había gran interés por impulsar una ley federal en la materia. Como presidente electo, Vicente Fox ratificó ese compromiso. A partir de un seminario convocado por la Ibero y la Fundación Konrad Adenauer que yo organicé, fue creado el Grupo Oaxaca que planteó una serie de lineamientos para tener una ley de acceso a la información. Una primera redacción la hicimos Salvador Nava y yo en el año 2001. Ese fue el punto de partida que posteriormente se enriqueció con las propuestas de todos los integrantes. Más tarde se puso a discusión en el Congreso una versión que fue modificándose con otra del gobierno federal elaborada por Sergio López Ayllón.

En Sinaloa, el gobernador Juan S. Millán retomó la propuesta del Grupo Oaxaca, le hizo algunos retoques mínimos y la convirtió en una norma jurídica que pasó a constituirse en el primer referente sólido a nivel de los estados. Ciertamente había una ley anterior aprobada en el 2001, en Jalisco, que reprodujo la primera propuesta de la entonces SECODAM. El temor de algunos era que esa ley de Jalisco se reprodujera en otros estados. Por ello teníamos que subir el nivel de protección del derecho a saber. Con la ley de Sinaloa se tuvo un efecto importante al generar una nueva ruta con un mayor umbral.

—¿Con qué propósito creas primero FIDAC y luego LIMAC?

—La Fundación Información y Democracia (FIDAC) buscaba pugnar por la democratización de la vida publica hasta antes de ser aprobada la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Publica, el 30 de abril de 2002. FIDAC siguió su propio rumbo con el doctor Juan Francisco Escobedo como responsable. Con un grupo de compañeros creamos en 2002 Libertad de Información México (LIMAC) con la idea de darle seguimiento –desde la sociedad civil con herramientas académicas– a los temas de acceso a la información publica y libertad de expresión.

—¿Cómo ha participado LIMAC en el diseño de las leyes estatales?

—La asistencia técnico jurídica ha implicado propuestas para enriquecer contenidos. Como es un asunto político lo que se ha hecho es incorporar la mayor cantidad de nuestros ideales que la circunstancia ha permitido. Así hemos podido participar en el diseño de 12 leyes estatales: Aguascalientes, Campeche, Chihuahua, Sinaloa, Veracruz, Baja California, Quintana Roo, Yucatán, Distrito Federal, San Luis Potosí, Guanajuato y Durango.

—¿Cómo valoras el hecho de que algunos críticos te lancen dardos para desacreditarte? Por ejemplo, en Sinaloa algunos periodistas te cuestionan por “relaciones turbias”. ¿A qué atribuyes eso y qué es lo que realmente hay detrás?

—En Sinaloa hubo un gobernador que tuvo la sensibilidad política y la voluntad para hacer realidad aquella ley. No hay nada que ocultar: no hubo nada turbio. Todo lo hemos hecho en el marco de la ley. No ha habido ninguna conducta de la cual yo pudiera arrepentirme o que fuera no sólo ajena al marco jurídico sino incluso que pudiera faltar a la ética. Cuando en algún momento reporteros en Sinaloa solicitaron mediante la ley cuáles habían sido mis ingresos, el gobierno respondió y lo publicó quien así lo quiso.

—¿Qué responderías a tus detractores que dicen que hiciste una ley a modo para pavimentarle las aspiraciones presidenciales al entonces gobernador Millán?

—Son especulaciones. Es evidente que en política un gobernante siempre debe advertir incentivos que tengan rentabilidad política para impulsar un proyecto. Siempre hemos buscado que se involucre no sólo el Congreso del estado, sino el gobernador para que el proyecto llegue a buen puerto. Como actor político involuntariamente me vi involucrado en una situación de juegos de poder que beneficia a uno y perjudica en esa lógica política a otro.

—Se dice que la ley de Sinaloa sólo cubre las espaldas del exgobernador y se cuestiona el actuar poco transparente de su comisión estatal…

—Cuando se diseña una propuesta legislativa se hace un trabajo abstracto. A partir de allí inicia el reto de que la ley se cumpla. Y se cumple en dos sentidos: en la medida que el gobierno hace transparente su información y respeta los cometidos de la ley, y cuando los ciudadanos solicitan y reciben información.

Por supuesto, toda norma es insuficiente y no es una obra perfecta. El propio Congreso de Sinaloa puede reformar aquello que considere pertinente o que no es lo más avanzado en una sociedad democrática. Esto es parte de la propia evolución del tema. Lo que se hizo tuvo el mérito de generar referentes para otras leyes. En la aplicación concreta de la ley sinaloense, la propia autoridad reguladora y el gobierno son los que deben explicar por qué actúan en un sentido o en otro, de suerte que sus resoluciones tengan un asidero social.

—Hace poco más de dos años en un encuentro internacional que realizó el IFAI, se difundió un documento donde te acusaban de vender leyes. Más tarde te criticaron por tener ciertos sesgos políticos. ¿Qué hay al respecto? Porque finalmente fueron versiones nunca aclaradas ni respondidas por ti.

—A veces la prudencia puede ser calificada como “el que calla otorga”. Pero es importante que el vacío informativo se llene con información correcta porque de no hacerlo efectivamente el rumor florece. Hay varios puntos qué aclarar.

Uno: LIMAC no tiene impedido legalmente vender sus servicios. Los donantes la apoyan para que cumpla su propósito. No obstante, LIMAC desde un principio asumió como política interna no hacer consultorías pagadas. Por tanto no hay una constancia que acredite tal acusación y se queda sólo en el nivel de rumor. El rumor siempre tiene un propósito negativo de paralizar, desprestigiar, aislar, excluir. En tal contexto, uno de los mejores caminos para impugnarte en donde se requiere autoridad moral es señalar que no eres transparente, y presionarte con mayores niveles de exigencia.

Dos: respecto del sesgo político quizás te refieres al caso de la Ciudad de México y Andrés Manuel López Obrador. Fue algo que discutimos internamente en LIMAC y las preguntas eran: ¿Por ser López Obrador jefe de gobierno de la Ciudad de México, era per se un hombre corrupto? ¿No es posible genéticamente que él pueda estar a favor de la transparencia? Ante esas preguntas encontramos la posibilidad de incidir en una reforma sustantiva. Con la intervención de LIMAC hubo un cambio legislativo medular. Todo eso generó una polarización porque estábamos en un ambiente preelectoral. LIMAC tenía un consejo consultivo que, como su nombre lo indica, era de consulta; no se trataba de un consejo directivo, máximo órgano en una asociación civil. Era una cuestión potestativa hacer o no las consultas. Evidentemente LIMAC sólo apoyó sus decisiones en el consejo directivo. En sus estatutos se establece que es una organización apartidista cuya tarea es impulsar normas jurídicas compatibles con los estándares internacionales independientemente del sello político e ideológico. Dábamos por sentado que quienes participaban en el consejo consultivo estaban de acuerdo con los estatutos y tomamos la decisión de diseñar una Ley para el DF. Así, se actuó en consecuencia y eso generó que una parte del consejo consultivo decidiera salirse.

—Pero se salió porque no fue consultado ni informado…

—Salió porque no fue consultado, efectivamente. Ese fue el argumento: no fue consultado porque la propia normatividad interna no establecía esa obligación. Aquí habría que precisar: algunos renunciaron porque no fueron consultados y porque señalaron que estábamos legitimando a un gobierno de izquierda. De cualquier manera, debo decir que acepto mi responsabilidad de no procesar adecuadamente esa comunicación con todos los que sí nos apoyaron y a quienes ofrezco disculpas públicas.

—También se ha sugerido que si bien LIMAC no cobra, se pasa la factura a través de una consultoría. ¿Qué dices a ese respecto?

—No he estado involucrado en ningún conflicto de interés, y menos en una triangulación a través de LIMAC. Eso es parte de rumores que crecen y se anidan con el ánimo de desprestigiar ante la ausencia de una respuesta puntual. ¿Por qué se dan esos rumores? Porque LIMAC participa en diagnósticos, evaluaciones y evidentemente eso afecta intereses. Lo vuelvo a repetir: una de las formas de desacreditar a quien se dedica a esta materia es cuestionándolo con supuestos señalamientos “turbios” pero de los que no existe evidencia alguna.

—¿LIMAC nunca ha cobrado?

—No ha cobrado un quinto por hacer leyes, lo cual no significa que opere con recursos de la nada, sino que tiene fondos otorgados por distintas fundaciones internacionales.

—¿No hay otros vínculos que sí quieran pasar el cheque aduciendo que fue un trabajo externo?

—No, por supuesto que no. La prueba son las constancias de gratuidad de servicios que nos extienden los gobiernos y los congresos de los estados. Si hubiere una factura y al mismo tiempo una constancia de gratuidad de servicios incurrirían en una responsabilidad legal. Esto es la certeza de probidad de que el LIMAC hace su trabajo de cara a la sociedad, con la frente en alto y sin ningún problema. En mi caso personal, por supuesto que cobro mis servicios profesionales, entre ellos mis artículos que publico en distintos medios, conferencias, entre otras actividades en el marco de la ley ¿Hay alguien que pueda advertir algún delito o falta por cobrar su trabajo? ¡Faltaba más! Es un derecho que tenemos todos. Yo por supuesto, reivindico mi derecho a poder ganarme la vida de la mejor manera posible. No busco la santidad y confieso que nada de lo humano me es ajeno.

Por otro lado, LIMAC ha buscado predicar con el ejemplo: si nos dedicamos a las acciones de transparencia, necesariamente debemos ser transparentes al máximo. Hemos sido cuidadosos en dos ámbitos: la transparencia y el manejo pulcro de los recursos. Tan es así, que cada año se auditan de manera externa las cuentas y los manejos. Este gesto es finalmente un capital moral que nos permite salir adelante.

—En los últimos meses se ha hecho pública una grave diferencia entre LIMAC y el IFAI. ¿Qué es lo que ha ocurrido y cuál es la postura de LIMAC?

—Nosotros hemos mantenido una relación de respeto y cordialidad. No hemos participado en ningún convenio, trabajo o colaboración que pudiera generar algún conflicto. La independencia económica permite independencia política. Desde hace tres años, el área jurídica de LIMAC hizo algunos estudios inéditos en el país sobre calidad jurídica de las resoluciones del IFAI. Con ello se ha permitido saber si sus decisiones se ajustan a la Constitución y las leyes desde la perspectiva de forma y fondo. Ahora, con la llegada de Alonso Lujambio al Instituto se puede acreditar una tendencia a la opacidad. Se incrementa el número de confirmaciones de inexistencia de información y la orden de entregar información parcial o versiones públicas. Con ello se reduce el universo de la información disponible. Ante eso, la respuesta de Lujambio ha sido de ataque personal, como resultado de hacer públicos esos resultados donde no se combate la metodología sino a la persona.

—Algunas personas dicen que en tus artículos periodísticos sólo respaldas las leyes que LIMAC ha desarrollado. ¿No hay un conflicto de interés? ¿Qué respondes a eso?

—Mis artículos básicamente están movidos por el interés público. Éste lo defino como aquellos datos y hechos que permiten al ciudadano conocer o ejercer derechos y cumplir obligaciones. De esa suerte, lo que escribo no es sólo sobre leyes sino sobre los temas relacionados con las distintas vertientes del derecho a la información. En algunos casos hay coincidencia entre proyectos que he realizado y lo que he escrito porque existen razones de interés público. Por ejemplo, la Ley de Responsabilidad Civil para la Protección del Derecho a la Vida Privada, el Honor y la Propia Imagen en el Distrito Federal en la que yo intervine de manera definitoria y que tiene un innegable interés público. Con esta ley, el Distrito Federal es el único en el hemisferio que ha seguido las consideraciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

—¿Qué sigue?

—Lo que sigue es hacer frente a las cosas. La persona que no hace nada nunca se equivoca. Y todos tenemos derecho a equivocarnos. Sin embargo, los rumores suponen la existencia de personas que los generan y los transmiten para desacreditarnos con el ánimo de servir a intereses ajenos a la transparencia.

—¿Te sientes agraviado?

—Por supuesto. Creo que la prudencia me obligó a guardar silencio. Y ahí me equivoqué. No dimensioné que los silencios y los vacíos son el caldo de cultivo del rumor. El rumor sólo se combate con información y con aquellas herramientas que te da el amplísimo mundo del derecho. Siempre he cuestionado la penalización de los delitos de prensa y el uso del Código Civil para monetarizar el honor. Pero una vez aprobada la ley en el DF que permite reivindicar el derecho al honor, la vida privada y la propia imagen, por supuesto que actuaré en consecuencia.

—¿Podrías citar algunos nombres de personas o de medios que quisieron desacreditarte o agraviarte?

—La característica del rumor es el anonimato y la transmisión de verdades con mentiras. Mezclar una verdad con una mentira arroja un mínimo de verosimilitud que permea acompañado de una respuesta silenciosa. El ser objeto de rumores me representó, primero, un acto de sorpresa, de reflexión profunda sobre qué hacer y cómo responder. Quien propaga un rumor suele ser una persona que buscar dañar sin dar la cara, lo cual supone una actitud turbia, no ética y que está anclada a una opacidad conductual. Si hubiera una denuncia clara y firme, la presentarían ante la autoridad correspondiente para que ella decida. Pero como no la hay, no actúan conforme a la ley. Este tipo de personajes se mueven en la oscuridad, y tienen poca estatura moral y gran capacidad para fijarse en la conducta ajena con un ánimo de causar daño, pero sin el valor civil para imputar acusaciones ante la autoridad competente. No quepa la menor duda de que daré una respuesta puntual jurídica cuando se nos intente desacreditar. Ésas al final de cuentas son las lecciones que he aprendido y eso también es positivo. Creo que uno siempre tiene que ir hacia delante, tratando de hacer aportes de fondo.

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